Sidi Bou Said es uno de esos lugares donde uno quisiera refugiarse para desaparecer por un buen tiempo del mundo. Ubicada a unos pocos kilómetros de Túnez, esta ciudad es distinta a cualquier otra que predique el Islam por su carácter pluralista y liberal.

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Por las calles, se respira y observa un ambiente cargado de arte, con artistas que merodean pensativos, poetas y escritores que van buscando su inspiración mientras caminan o simplemente beben un té caliente conversando con su mejor amigo.
Lo que más hay en la calle principal son tiendas y bazares repletos de talleres artesanales que trabajan el cobre, la plata o cualquier metal que brille.

El primero que descubrió los encantos del crepúsculo de Sidi Bou Said fue el barón inglés Rodolphe d´Erlanger, quien se hizo construir en 1912 un palacio desde el cual admirar cada tarde la puesta de sol.

Para alcanzar a descifrar algo del espíritu de Sidi Bou Said es necesario caminar por todas las calles hasta perderse observando las pálidas casas blancas de puertas azulinas. Desde los miradores hay que oír la música ambiental que se toca para la gente burguesa que llega desde la capital a las playas de La Mersa a refrescarse.

Algunos sitios dignos de admirar son la Résidence de Charme Dar Said, una mansión del siglo XIX que mira al mar y está exquisitamente decorada al más puro estilo árabe. Alojar allí no es prohibitivo, aunque se requiere de un presupuesto medio y lo mejor es que se tiene a la mano un buen restaurante y piscina.

Foto: Flickr

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