Gran parte de la magia de Túnez es debido a la Medina, una increíble obra de arquitectura árabe y otomana, que es una extensión perfecta de las esencias de jazmín y azahar que abundan en los zocos de esta capital mediterránea.

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Los tunecinos se enorgullecen de casi todo, en especial de su origen andalusí, y es que en Túnez se mezclan árabes, turcos, italianos, franceses y españoles en una sola idiosincrasia. La Medina tiende a reflejar algo de cada una de las idiosincrasias que tiene Túnez, es además una de las obras más bellas del mundo islámico, declarado también Patrimonio Mundial por la Unesco.

En La Medina se observan numerosas azoteas, como la célebre Maison d´Orient. En la planta de este edificio se notan los diferentes orígenes que dominan cada parte de la infraestructura, por ejemplo, la cuadrada es de origen árabe, mientras los octogonales son de origen otomano.

Hacia los inicios del siglo XVII, los turcos fueron marcando territorio con su templo, el Youssef Dey, la mezquita de los Tintoreros y la de Mahmoud Pachá; éstas dos últimas denotan su influencia italiana por la fina y elegante marquetería de mármol, los capiteles y columnas, más las portadas de piedra caliza.

Los italianos no eran pocos en aquellos tiempos de dominación turca y musulmana, y para conseguir una carrera exitosa en empresas o el gobierno, debían practicar el Islam. A estos italianos amoldados a un origen que no era el propio, se les llamaba Los Renegados, uno de ellos era el padre del propio sultán Mahmoud Pachá.

Fuera de La Medina se puede ver un movimiento turístico normal, rodeado de fachadas art nouveau y art déco.

Foto: Flickr

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