Para terminar el relato del viajero occidental por Túnez, encontramos que conocía algo acerca de las playas de la zona sur, de la cual algo le comentaron como que eran estupendas, aunque las playas de la zona norte serían mejores.
El fuerte es una edificación que se ve por la playa urbana de Hammamet, frente al golfo del mismo nombre. Pasear por la arena mientras baja la luz del sol, que ilumina las casas blancas y azul es una experiencia que acaricia el alma.
Hacia el norte de Hammamet está Sousse, una ciudad con una Medina y fortificaciones muy antiguas que la hacen más interesante para visitar, aunque todas las ciudades de Túnez conservan algo de la antigüedad y son interesantes de ver.
La Kasba, una vieja ciudad amurallada, se cobija en el baluarte que data del siglo VII. Al visitar este sitio, se encuentran con una pequeña, minúscula torre, a modo de almena donde sólo puede subir una persona por vez. Los últimos escalones son los más difíciles, aunque la vista que les espera en las alturas de la torre hacen olvidar el esfuerzo.
La Medina de Sousse tiene un hermoso y tranquilo patio interior, de todo gusto del viajero. Ese patio era antes un espacio que operaba como transición antes de entrar a la zona de oración, donde solamente podían entrar los musulmanes.
La Medina es pequeña, y en sus alrededores venden perfumes, aguas de azahar y una misteriosa hierba afrodisíaca. El lugar exacto donde venden esto es en la esquina, frente a una puerta lateral a la entrada de la mezquita.
Cuando ya el cansancio impregne los huesos del viajero, como le sucedió a nuestro viajero del relato en Sousse, pueden entrar a el Hasdrubbal Thalasso, un pequeño paraíso en la tierra donde los chorros de agua, los masajes, las duchas a presión, los aceites esenciales y las mascarillas dan lugar a una reparadora sesión de thalasso que los lleva a renacer, para retomar el camino.