Por la hermosura de la cerámica de Nabeul, será muy difícil que vuelvas con las manos vacías a casa, aunque te cueste pagar sobrecarga en el avión, ya que los trastos, jarritos y bidones son realmente apetitosos y deseables, ideales para decorar un rinconcito de la casa o el dormitorio, que dirá a cada momento “yo estuve allí”.

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La religión acá es bastante más relajada comparada a otros países árabes, y para dar un ejemplo claro, las mujeres no son perseguidas si se visten al estilo occidental, es más, la ropa occidental se puede llevar con naturalidad, y se puede caminar con calma por las calles sin necesidad de ir acompañada de un hombre que sea pariente para que no te condenen.

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Hay quienes realizan tatuajes de henna en las calles, y créanme que son obras fabulosas, que parecen un verdadero tejido de araña plasmado en la piel, que dura al menos un par de semanas, y lo mejor es que la henna no es tóxica, así que la pueden aplicar con toda confianza y se borra completamente al cabo de unos días, eliminando ese problema que tienen los tatuajes permanentes, que llega en día en que uno se arrepiente y quitarlo cuesta un ojo de la cara.

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En los mercados o souks hay que ir dispuesto a regatear, porque como en todo mercado informal, ahí puedes sacar buenas ofertas. Lo que más me gusta de los mercados, es la fruta que hace agua la boca. Estas son cultivadas allí mismo en los valles.

Fotos: flickr

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