En el sur de Túnez, el desierto aparece de repente. Las inaccesibles montañas levantan una enorme barrera en el desierto de arena y forman un refugio que podríamos llamar, el oasis de las montañas. Las rocas rojas y rosadas se dividen en cañones, como las gargantas del misterioso Selja.

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Según cuenta la leyenda, un guerrero cortó esta falla con su espada para crear el lecho nupcial que albergaría a su princesa.
Hoy en día, la única manera de visitar las Gargantas de Selja es tomando el tren, pero no cualquier tren, sino el tren llamado “Lagarto Rojo”, un tren de la belle epoque, que fue entregado a Túnez durante el protectorado francés. El lagarto rojo sale todos los días a las 10 am desde la estación de Meltaoui.Este centro industrial es rico gracias a la explotación de fosfatos.

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Una vez que vas a bordo del tren rojo te olvidas todo, porque se comienza a recorrer estrechos pasajes y túneles cavados entre medio de las gargantas. A veces, las paredes rocosas parecen estar tan cerradas que ocultan el cielo.

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Alrededor de la garganta, algunas palmeras emiten relámpagos verdes en el cañón de sangre roja, que se dice de sangre roja por sus colores fuertes. Lamentablemente, el rio se ha vuelto negro debido a los desechos que botan en el las fábricas de fosfatos, por lo tanto, ten cuidado, que ¡aquí la natación está completamente prohibida!.

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Sin embargo, el resto del paisaje está intacto, mostrando un paisaje muy solitario que te hace viajar en el tiempo y el espacio, sobre todo cuando hay música occidental en los autocares repletos de muebles viejos. De repente, una pregunta surge ¿estamos en Túnez o en el oeste salvaje?.

Vía: azureva

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